(Cabo Rojo, 1827 - París, 1898) Escritor, médico y
político puertorriqueño. Autor de una obra literaria escrita en francés (lengua
que dominaba con absoluta maestría), se convirtió en una de las figuras más
representativas de la intelectualidad antillana del siglo XIX, y llegó a
protagonizar diferentes episodios que le condujeron a la presidencia del primer
gobierno provisional independiente de Puerto Rico.
Nacido en el seno de una familia acomodada (era
hijo de un poderoso hacendado que poseía numerosos latifundios y esclavos), con
apenas diez años fue enviado a Francia para que cursara allí el bachillerato y,
posteriormente, los estudios superiores de Medicina; durante este largo período
de residencia en París (1837-1855), el joven Ramón Emeterio Betances fue
adquiriendo una conciencia política de marcado sesgo liberal, que le condujo a
tomar parte activa en los acontecimientos revolucionarios desatados en la
capital gala durante 1848.
Al mismo tiempo, fue afirmándose en él una viva
vocación literaria que le permitió darse a conocer como escritor en Francia,
con dos narraciones (Les deux indiens y Courtissanes), una comedia en verso (Un
cousin de Louis XIV) y un tratado científico-médico basado en su tesis doctoral
(Las causas del aborto). Especial interés mereció la primera de las obras
recién citadas, un bello relato romántico, de talante progresista e
igualitario, en el que Ramón Emeterio Betances sustentaba la posibilidad de que
una mujer española pudiese llegar a perder la vida por un indio.
De regreso a su Puerto Rico natal, tuvo ocasión de
demostrar sus conocimientos médicos y sus ideas igualitarias en 1856, cuando
una virulenta epidemia de cólera que arrasaba la población de Mayagüez le
granjeó un merecido reconocimiento entre la población menos favorecida, a la
que Betances atendió sin condiciones.
Convertido así en una de las figuras más populares
de los movimientos sociales puertorriqueños, se manifestó abiertamente en
contra de la esclavitud y llegó a fundar una asociación clandestina cuyos
únicos fines se orientaban a conseguir su abolición. A causa de estas
actividades, fue desterrado de la isla antillana en 1858, por lo que regresó a
Francia dispuesto a contraer matrimonio con su sobrina María del Carmen Heuri.
Pero la joven falleció repentinamente a causa de
unas fiebres tifoideas, desgracia que sumió al médico humanista en una aguda
fase de desesperación que quedó bien plasmada en la narración titulada La
vierge de Boriquen, un relato de acentuada morbosidad romántica en la que,
desde las claras influencias del norteamericano Edgar Allan Poe, pueden
apreciarse curiosas anticipaciones de posteriores aspectos temáticos y recursos
formales característicos del surrealismo (imperio del absurdo, ambientación
onírica, ocultismo, demencia, simbolismo numérico, etc.).
Levantado el destierro, regresó pronto a Puerto
Rico para centrarse fundamentalmente en actividades médicas y en asuntos
sociales que le fueron implicando de lleno en el espíritu de patriotismo
nacionalista propagado por aquellos años entre buena parte de sus compatriotas.
Sus publicaciones, a partir de entonces, se orientaron casi exclusivamente
hacia los temas políticos, en los que cada vez más aparecía Betances como una
de las voces más liberales y revolucionarias de la isla.
En 1868 tomó parte activa en el movimiento
independentista conocido como Grito de Lares, de resultas del cual quedó
convertido en el primer presidente independiente del gobierno provisional surgido
de dicho levantamiento contra la soberanía española. Pero el fracaso de esta
acción (que quedó reducida a una mera anécdota en la historia del
independentismo hispanoamericano, al no contar con el apoyo de todas las
fuerzas liberales) envió de nuevo al exilio a Betances, quien pronto pasó a
vincularse con las luchas en favor de la independencia de Cuba.
Siguió cultivando la escritura, ahora volcada al
género periodístico y a los asuntos socio-políticos que constituían el eje de
sus preocupaciones. En Nueva York fundó, en compañía de otros camaradas, la
Sociedad Republicana de Cuba y Puerto Rico, desde la cual emprendió una campaña
periodística que le permitió difundir sus artículos emancipadores por Venezuela
(a través de las publicaciones El Federalista y La Opinión Nacional) y, en
general, por todo el ámbito caribeño, donde dejó estampados numerosos artículos
firmados bajo el pseudónimo de "El Antillano".
La ironía satírica de que hacía gala Betances en
estos trabajos periodísticos, sumada a su facilidad para el cultivo de un
estilo directo y ameno (desprovisto de la grandilocuencia retórica que, por
aquel entonces, solía gravar el discurso político periodístico), convirtió al
autor en uno de los intelectuales más leídos de todo el Caribe, donde postuló
la necesidad de fundar una Confederación de las Antillas y supo prevenir (sin
dejar de cuestionar la soberanía española) sobre el peligro que suponía el
establecimiento de fuertes vínculos de dependencia con el emergente
imperialismo de los Estados Unidos de América.
En su idealismo revolucionario, llegó a soñar con
unas Antillas convertidas en una especie de ámbito neutral desde el que se
pudiese contribuir al sostenimiento de las relaciones entre todos los pueblos y
naciones del mundo. Esta ideas, expuestas con decisión y valentía en una
publicación parisina (la Revista Latinoamericana), no contaron con el apoyo de
las fuerzas sociales que podían haber contribuido a su consolidación; pese a
ello, Ramón Emeterio Betances dejó un notable influjo en los intelectuales y
políticos progresistas caribeños posteriores, quienes le reconocieron como uno
de los principales forjadores de la conciencia antillanista y le situaron como
eslabón ideológico entre dos figuras tan relevantes del independentismo como el
venezolano Simón Rodríguez y el cubano José Martí.
Su presencia en las esferas políticas
internacionales llegó a cobrar tal importancia que el propio Emilio Castelar se
vio forzado a mover poderosos hilos que le impidieron seguir publicando en Le
XIXe. Siécle, de París, toda la información emancipadora que periódicamente
enviaba como "Courrier des Antilles". A pesar de ello, Ramón Emeterio
Betances desempeñó un brillante papel en la primera guerra independentista
cubana, al cabo de la cual se tomó un respiro en su intensa actividad política
para volver a dedicarse a la investigación científica.
Así, en 1872 publicó en Francia un tratado sobre
los orígenes del tétanos, obra a la que siguieron otros escritos de idéntica
naturaleza científico-técnica, como una memoria sobre uretrotomía (1887), un
libro sobre el cólera (El cólera. Historia, mediadas profilácticas, síntomas y
tratamiento, 1890) y una serie de artículos sobre salud pública que vieron la
luz en el rotativo madrileño El País. Aunque ya casi había abandonado la
escritura de ficción, todavía por aquellos años dio a la imprenta Les voyages
de Scaldado, un relato entreverado de denuncias sociales.
Ya contaba con sesenta y cinco años de edad cuando
el movimiento independentista cubano y puertorriqueño encabezado por José Martí
y el Partido Revolucionario Cubano le sacaron de su letargo para devolverle,
con nuevos bríos, a la palestra pública antillana. De nuevo tomó la pluma para
llenar periódicos y revistas (principalmente, La République Cubaine, de París)
de su prosa liberal y emancipadora, siempre al servicio de una ideología
republicana, independentista, antillanista y antianexionista.
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