Luisa Capetillo


Una adelantada a su tiempo



Luisa Capetillo feminista, anarquista y sindicalista, vivió según sus principios.

Cuando la mayoría de los hombres puertorriqueños opinaba que la mujer sólo estaba hecha para parir y cuidar de los hijos y el hogar. Luisa Capetillo (1879-1922) andaba por campos y barrios, trepándose en las tribunas, dando cátedra de libertad al enarbolar la bandera revolucionaria de las causas justas que defendió hasta su muerte. 

Nacida en Arecibo, hija de una francesa que llegó a Puerto Rico como institutriz, y de un español descendiente de una familia acaudalada pero él mismo convertido en proletario, Luisa Capetillo recibió en su hogar la educación que pocas niñas de su época pudieron obtener.
No solamente aprendió pronto a leer y escribir sino que bebió en la cultura de sus padres, una cultura formada en el romanticismo decimonónico francés y el socialismo libertario que dio vida a los inicios del feminismo. 

De jovencita se convirtió en la amante del Marqués de Arecibo, don Manuel Ledesma, un líder de derechas del pueblo de Arecibo que reconoció legalmente los dos hijos que procreó con ella. La condición de "querida" hizo sufrir en carne propia a Luisa Capetillo todos los prejuicios de la sociedad. Pronto decidió dar por terminada la relación, exigiéndole al Marqués que sostuviera económicamente a la hija y el hijo habidos en la relación.
Como explica en sus diarios, Luisa Capetillo hizo su "debut sindical" en 1905, cuando participó en una importante huelga agrícola de Arecibo, un pueblo al norte de Puerto Rico, en ebullición con las ideas del obrerismo y del anarquismo. Como ciudad puerto que es, recibió temprano en la historia del país literatura revolucionaria de forma clandestina que muchos obreros leyeron en sus fábricas y talleres de trabajo. 

Trabajó en la industria de la aguja, donde predominaba la mano de obra femenina; luego pasó a ejercer como lectora en las fábricas del despalillado y manufactura del tabaco. Como lectora tuvo la oportunidad de conocer y estudiar los clásicos del socialismo utópico, así como del anarquismo en política y el romanticismo en literatura.
Por su trabajo en la industria del tabaco se vinculó a la Federación de Torcedores de Tabaco que tenía filiales en varios países de la Cuenca del Caribe, incluyendo la costa sureste de los Estados Unidos. Como internacionalista obrera residió en Tampa, Florida, y Nueva York (USA), y en varias ciudades de Cuba, donde fue considerada una "anarquista peligrosa". Además visitó México y la República Dominicana, donde se le impidió hablar en un teatro porque se había solidarizado con un grupo obrero.
Ejerció su militancia sindicalista al tiempo que se formaba como feminista y fundió ambos conceptos en uno. Luisa Capetillo no sólo predicó el obrerismo y el feminismo sino que vivió de acuerdo con sus principios. Publicó cuatro libros, disponibles hoy sólo en las bibliotecas del país1Ensayos Libertarios (1907), La Humanidad en el futuro (1910), Influencias de las Ideas Modernas (1916), Mi Opinión sobre los Derechos, Responsabilidades y Deberes de la Mujer (primera edición 1911; segunda edición, 1913). Publicó numerosos artículos en periódicos y revistas y polemizó en sus columnas con opositores al desarrollo de la mujer y de los obreros. 

En el libro Mi opinión... esboza sus opiniones muy personales sobre la condición de la mujer, formadas, según ella misma explica en el prefacio de la obra, a base de sus lecturas, pero muy especialmente desde la perspectiva de sus propias experiencias. Le preocupa la condición de la mujer porque la considera un ser humano completo que tiene exigua libertad y entiende que el sistema social imperante en su época se sostiene por la ignorancia y la esclavitud de la mujer. En el primer capítulo de la obra discute la condición de la mujer en el hogar, la familia y el gobierno.
Opina que la mujer debe ser instruida, pero no solamente en los quehaceres domésticos y el arte de saber confeccionar con perfección una prenda de vestir sino también debe instruirse en las ciencias, la aritmética, la geografía y la literatura universal. Se pregunta, incrédula, cómo es posible que, de un lado, se le entregue a la mujer la responsabilidad de la crianza de los hijos y, de otro, se le niegue acceso a la educación liberalizante.
Cree Capetillo que la mujer debe instruirse para que eduque a sus hijos con corrección, para que obtenga el respeto de su marido y compañero, y para que, en caso de que sobrevenga la separación de los cónyuges, la mujer esté preparada para sobrellevar la responsabilidad económica e intelectual del hogar. 

La pensadora feminista hace claro en repetidas instancias en el libro que el hombre y la mujer deberán unirse sin contrato alguno, siempre por amor y no por conveniencia de las familias. Luego, debe aspirar, en la unión entre el hombre y la mujer, a que exista el respeto y el apoyo mutuos. Para ella no debe existir la doble moralidad, mediante la cual el hombre puede serle infiel a la mujer mientras ella se ve obligada a quedarse en el hogar soportando una situación inferiorizante. Para Luisa Capetillo, como el matrimonio debe ser por amor, así debe permanecer, por amor. En el momento en que uno de los cónyuges se enamore de otro ser humano, debe romperse la unión, evitando también que la mujer quede abandonada, sino ubicada en un nuevo rol, educada para trabajar en un oficio satisfactorio y apta para unirse a otro ser humano. 

Otro de los planteamientos feministas de Luisa Capetillo es el hecho de que no se debe estereotipar la educación de la niña, de la mujer. Cree que no se deben enseñar unos elementos a las niñas y otros a los varones sino en una educación libre a ambos sexos, en todas las materias, incluyendo las ciencias y las artes, de un lado, y, del otro, la educación física, la gimnasia y la calistenia. 

Según cree que el matrimonio no debe ser esclavizante para la mujer, tampoco cree que el trabajo debe serlo; por eso en su obra se conmueve de la miseria de la obrera y le aconseja que se organice sindicalmente. Es en una sociedad comunista donde cree que podrá formarse una familia libre de las ataduras tradicionales que esclavizan a la mujer.
Con la publicación de su libro Mi Opinión..., Luisa Capetillo se convierte en la primera puertorriqueña que organiza sus ideas feministas y las publica como una tesis teórica. Aunque en pasajes contradictoria, como bien reconoce la misma autora; Capetillo analiza la condición de la mujer, como un ser total, influenciada por su físico, su intelecto, su emoción y su medio ambiente social. 

Luisa Capetillo, además, fue vegetariana y abogó por el naturalismo y el ejercicio para la obtención de la verdadera belleza de la mujer. Fue también la primera mujer que en Puerto Rico usó pantalones en público, acción que hizo no tanto para llamar la atención a sus ideas sino porque entendía que el pantalón era más higiénico y conveniente a la vida de la nueva mujer. 

Como dirigente obrera fue arrestada en Puerto Rico y en Cuba, donde se unió a las federaciones anarquistas. En La Habana fue arrestada y juzgada por utilizar pantalones en público y pasearse por las calles de la ciudad. El juez municipal la absolvió una vez que ella probó que no existía ninguna ley que le prohibiera a la mujer vestir pantalones. 

Luisa Capetillo vivió lo que predicó, lo que escribió para la posteridad. Ejerció la libertad en el amor y en la amistad, en el trabajo y en la escritura. Fue vegetariana y vistió pantalones. Una vida dedicada a la defensa de los derechos de la mujer, cuya heroica herencia vivimos todas hoy. (FEMPRESS)

"INFLUENCIAS DE LAS IDEAS MODERNAS" (1916) (Selecciones del libro de Luisa Capetillo)
¿Por qué calificar de prostitutas y viciosas a mujeres que están a más alto nivel moral que los hombres? 
Veo reinas, emperatrices, mujeres inteligentes que piden reivindicación. Se ha exagerado de un modo abusivo su conducta y procedimiento. Una mujer libre, como Ana Bolena, ¿por qué acusarla de prostituta?, y a otras que no escribo sus nombres porque aún existen familiares. 

Los historiadores no han tenido otro motivo para exagerar la conducta de las mujeres de otras épocas que la preponderancia de los hombres y el ser ellos los legisladores, historiadores y cultivadores de todas las artes, ciencias, literatura. 

Acostumbran entre ellos algunos "bombos" exagerados para ensalzar y elevar reputaciones, y con indiferencia para las mujeres cultas, libres e ilustradas, creyendo que éstas eran inferiores y no estaban capacitadas para realizar cualquier trabajo intelectual de diferente índole o procedimientos. 

No acepto como viciosa ni perversa a mujer alguna conceptuada así por cualquier historiador que equivocadamente haya creído que la mujer no tiene derecho a usar de su completa libertad sin ser conceptuada viciosa, liviana, etc., en tanto el hombre ha podido hacer y realizar e inventar los más absurdos y ridículos caprichos sin que pudiese ser mal calificado, despreciado, impedido de concurrir a todas partes sin temor de no ser atendido, respetado y solicitado. La ley del embudo, a la cual nosotras pondremos término para tranquilidad de los justos y para rendir culto a la verdad y a la justicia que merece nuestro sexo. 

La opinión de muchos hombres y la mía: 

¿La mujer debe ser mujer? ¡La mujer es para el hogar, no debe ser macho!, ¡a zurcir medias y calzones!, ¡a dormitar al amor de la lumbre tejiendo calceta! ¡Quién la manda a dar opiniones, ni a meterse en política, ni a pretender que la elijan diputada! ¡Eso no se puede soportar! ¿No le hemos permitido ya que ingrese en las cátedras para doctora en leyes o medicinas? Pues no se conforma, ya quiere ser juez, alcalde, jefe de policía, legisladora. Para eso la hemos dejado estudiar, para que quiera echarnos a un lado, pretendiendo acaparar nuestros puestos y querer superarnos. No se cómo estas mujeres se olvidan de su debilidad y de su indiscreción, no se les puede confiar nada, ni enseñar algo, pues seguida quieren sustituirnos. ¿Pero cómo la mujer va a imitar al hombre? Si no puede, si es inferior, ¡hasta la naturaleza la condena a estar recluida durante el parto y la lactancia! Así se expresa la mayor parte de los hombres y ese es el concepto que le merece la mujer, olvidándose de su mujer, su madre y sus hijas. Pero no hay temor que la sangre llegue a los ríos ni a que las discusiones turben la placidez del hogar, pues la mujer no deja de serlo porque haga política ni exponga su opinión, así sea legisladora o detective. La mujer siempre será mujer, siempre que sea buena madre o mala, tenga esposo o amante. Es mujer, y no es ser mujer solamente estando empolvada y llena de cintas y encajes. Como no deja de ser un hombre el que perteneciendo a ese sexo aprenda a cocinar, a zurcir, a barrer y a coser. ¡Cuántos hombres lo hacen...! La mujer no pretende ser superior al hombre; al menos esa no es la intensión ni el fin de sus aspiraciones. Ella superará al hombre por su conducta y el cumplimiento de su deber.
"MI OPINION SOBRE LOS DERECHOS, RESPONSABILIDADES Y DEBERES DE LA MUJER" (1911): (Selecciones del libro de Luisa Capetillo)
"La mujer tiene derecho a separarse del marido infiel y para esto debe saber trabajar, si es que desea conservar su libertad".
"Yo digo que el amor debe ser absolutamente libre, tanto para la mujer como para el hombre; y todavía añado: el amor no puede verdaderamente existir más que con la condición de ser libre. Sin la libertad absoluta, el amor es prostituido". La inmoralidad es la prostitución legal o no; es el celibato forzado de la mujer; es la venta del cuerpo femenino; es la sumisión de la esposa; es la mentira del marido hacia la que ha cesado de amar. Pero el amor libre no puede ser fuente de inmoralidad puesto que es una ley natural; el deseo sexual tampoco puede ser inmoral toda vez que es un deseo natural de nuestra vida física. Si la necesidad sexual fuera inmoral, en éste caso no hay más que anatemizar de inmoral el hambre, el sueño y todos los fenómenos fisiológicos que rigen el cuerpo humano".
"No me explico por qué el hombre cree tener siempre derechos sobre la mujer. Por ejemplo, un joven, no importa la edad, aspira siempre a unirse a una joven virgen sin conocimientos de la vida. Aunque él haya probado y haya disfrutado de todos los placeres y conozca todos los vicios, cree que es muy natural aspirar unirse a una joven moderada y honesta... Nosotras tenemos que hacer variar este sistema, tenemos que transformar estas costumbres. Ninguna mujer debe aceptar a un hombre que no esté en sus condiciones; si ellos no quieren dejar estas costumbres, tendrán que convenir en concedérnoslas a nosotras".
*Norma Valle es periodista, investigadora y docente, además de activista feminista. Enseña en la Escuela de Comunicación de la Universidad de Puerto Rico, y es moderadora y productora del programa Agenda de Hoy en Radio Universidad de Puerto Rico, 89.7 FM (wrtu.pr). Su libro Luisa Capetillo, historia de una mujer proscrita, (Ed. Cultural 1998) está disponible en las librerías.

1 Posterior a la publicación de este ensayo, la autora del mismo, Norma Valle Ferrer, publicó la obra completa de Capetillo en una edición de 2008, ya agotada, pero disponible en bibliotecas.

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